Biografía de Monseñor Francesco Antonio Marcucci
Maria Paola Giobbi
Traducción de Ema Luz Casalena
Francesco Antonio Marcucci nació en Force, un pueblecito del interior de Ascoli Piceno, el 27 de noviembre de 1717 de Giovanna Battista Gigli y de Leopoldo. Él fue bautizado el mismo día en la iglesia del pueblo dedicada a San Pablo. Sus padres muy devotos lo confiaron a la protección de María. Él volvió pronto a Ascoli, donde creció rodeado de las atenciones cariñosas de sus padres y de sus tíos.
A los 18 años, atraído de la Virgo Inmaculada y en su honor, él consagró su vida a Dios con el voto perpetuo de castidad y se encaminó hacia el sacerdocio. Él superó todas las dificultades para obtener el consentimiento de su familia, que tenía otros sueños sobre él, único heredero de noble linaje. Él fue apoyado en esa decisión por su tía, condesa Francesca Gastaldi de Roma, que de abril de 1731 substituyó a su madre, en su muerte.
Él estudió mucho para adentrarse en las profundidades de los misterios de la fe y fue atraído de ellos. Frecuentó con vivo interés y provecho las mejores escuelas de la ciudad: el colegio de los Jesuítas, cerca de la Iglesia de S. Venanzio, la escuela de los padres Dominicanos, la de los padres Franciscanos y de los Filipinos. Él alimentó su fe con una intensa vida sacramental y de oración y óptimos sacerdotes y maestros fueron sus guías espirituales. Un religioso jesuita tuvo un papel determinante en su orientación de vida; él lo sustentó en su elección de ser sacerdote, pero lo disuadió del deseo de entrar en el austero Orden ciudadano de S. Francisco de Paola.
En 1738 el seminarista Marcucci tuvo para confesor al sacerdote filipino Giuseppe Sardi ( 1682 -1761), que lo introdujo en la espiritualidad de S. Francisco de Sales. Él fue conquistado por el empeño de San Francisco de Sales en hacer entender que la santidad era posible para todos, según su propio estado de vida. El 27 de junio de 1740 el seminarista Marcucci escribió una obra titulada “La vida común extraída de las obras de San Francisco de Sales”, para proponer un camino de santidad por todos, basado en el amor de Dios.
Las primeras y más importantes lecturas de Francesco Antonio, las que abrieron horizontes de luz sobre su camino, fueron las vidas de los padres jesuita Paolo Segneri (1624 -1694) y Antonio Baldinucci (1667 -1717). Ellos promovieron la renovación de la predicación a través del empleo de un lenguaje límpido y comprensible, basado sobre las Sagradas Escrituras y la moral.
En la escuela de estos grandes apóstoles y de S. Francisco de Sales, Francesco Antonio Marcucci se dedicó a una intensa actividad de predicación, utilizando también un lenguaje claro que llegó al corazón de todos. Él era convencido que la causa de muchos pecados del pueblo era la ignorancia y esta ignorancia dependía de una mala catequesis. En 1740 escribió la Introducción a la predicación Vangelica para invitar los jóvenes sacerdotes a ser sermoneadores eficaces de la fe, sin ese empleo difuso de inútil retórica, aspirando a mover el corazón de los oyentes a la conversión.
A los 21 años tuvo la inspiración de fundar la Congregación de las Piadosas Obreras por perpetuar su amor hacia la Virgo Inmaculada, que siempre consideró tierna Madre, potente Avocada, Mediadora de cada gracia y su Inspiradora. Para conseguir de Dios la gracia de la fundación, se dedicó a la predicación de las misiones populares en muchos pueblecitos de los alrededores de Ascoli y del Abruzzo.
En abril de 1739, en Ascoli, asistió a S. Leonardo de Porto Maurizio durante la predicación de su extraordinaria misión popular y de él aprendió muchas cosas. Ordenado sacerdote, el 25 de febrero de 1741, intensificó con incansable celo la predicación de las misiones y en julio de 1742, Papa Benedetto XIV le otorgó el título de Misionero Apostólico. El 23 de noviembre de 1744, a pesar de las circunstancias desfavorables, el Obispo de Ascoli Monseñor Tommaso Marana concedió a Francesco Antonio Marcucci la aprobación para fundar su nueva Congregación. Fue un momento de alegría indecible. El 8 de diciembre de 1744, en la iglesia de los Santos Vincenzo y Anastasio, él bendijo a las primeras cuatro jóvenes que comenzaron la vida común en la Congregación. Luego, acompañadas por una multitud devota, ellas fueron andando a este monasterio, dónde Francesco Antonio Marcucci las esperó para entregar las llaves de la casa a María Tecla Relucenti, que eligió como Superiora.
En 1745 la Escuela Piadosa fue abierta para formar e instruir a las joven de cada clase social social, por una cultura eficaz y profunda. Don Marcucci utilizó todos los medios para formar a las monjas, para que se volvieran en válidas enseñantes y catequistas; organizó academias, publicó escritos, hizo disputas y predicaciones, para que la ignorancia fuera vencida y la mujer fuera protagonista de esta batalla. Fue una intuición profética que todavía hoy las Piadosas Obreras intentan de realizar en los continentes donde su obra se ha difundido.
A los 52 años, Papa Clemente XIV, el franciscano Lorenzo Ganganelli, lo nombró Obispo de Montalto Marche. La noticia lo cogió desprevenido y lo hizo sufrir mucho: se sintió indigno y fue preocupado porque su Congregación ya había perdido a sus primeras monjas, Madre Tecla María Relucenti y Sor María Giacoma Aloisi, y porque él había perdido el sostén y el consuelo de su padre, el abogado Leopoldo, último pariente suyo.
En su breve permanencia romana, precedente la consagración episcopal, fue de gran estímulo por él la amistad con San Paolo de la Cruz, que le predijo que se habría convertido en santo y que su predicación habría llevado muchos frutos. Fue consagrado Obispo por el cardinal Gian Francesco Albani el 15 de agosto de 1770 en la iglesia de los Picenos de San Salvatore in Lauro, en Roma. Como obispo de Montalto, pronto él se distinguió por sus excepcionales capcidades pastorales.
Sólo una semana después de su llegada en la Diócesis, el obispo de Montalto pidió al rey de Nápoles Ferdinando IV de poder visitar la parte de la Diócesis que se encontraba en su jurisdicción. El Rey, informado por su capellán Mayor sobre las buenas calidades del nuevo obispo, el 19 de abril de 1771 concedió el permiso pedido y el Regio exequátur sobre sus bulas pontificales.
Un mes después de la llegada en su Diócesis (23-30 de noviembre1770) Monseñor Marcucci invitó en el edificio obispal a todos los sacerdotes, les predicó un curso de ejercicios espirituales y les comunicó las líneas pastorales que queria seguir en el gobierno de la Diócesis. Renforzó la autoridad de los Vicarios Foráneos, los guió en sus tareas y animó la formación de los sacerdotes, instituyendo, en cada vicaría, la Academia de la Escritura y la Conferencia Moral de los Casos, para uniformar la regla pastoral del clero y reavivar una buena costumbre de vida cristiana. Con el sentido de justicia que le era connatural, avalorado por la preparación jurídica, animó una correcta administración de los bienes temporales, de las abadías, de los conventos, de los beneficios y de las cofradías, aportó en todos los lugares mejorías por sus diocesanos, especialmente los pobres.
En 1772 hizo su primera visita pastoral. Visitó todas las parroquias; también alcanzó las localidades rurales y montanas más lejanas e inaccesibles. Los informes llegados nos confirman su atención minuciosa y exacta por todo: los objetos de los altares y las sacristías más humildes, la cura atenta por todos los fieles, por los miembros de las varias cofradías, por los sacerdotes, los religiosos y por las monjas. La caridad y la sabiduría fueron las virtudes que caracterizaron la gestión general del ministerio episcopal de Monseñor Marcucci. Èl quería convertir su Diócesis en un jardín.
Estaba preparando el Sínodo, y esperaba una general renovación espiritual, cuando el 19 de enero de 1774 le llegó la noticia de su elección a Vicegerente. Habría deseado al menos retenerse algunos meses en su Diócesis, pero el Papa Clemente XIV, quizás présago de su inminente fallecimiento, queria preparar el Año Santo en Roma y le preguntó de aceptar más pronto posible el nuevo despacho. Monseñor Marcucci se preparó inmediatamente y partió.
En una carta a sor M. Petronilla Capozi, confió así sus sentimientos:
“Suspendemos al Sínodo y sus actos introductorios, hija, a los pies de la Inmaculada Nuestra Señora […]. La Virgen Madre de Dios, Señora del cielo y la tierra, nos llama a cosas más altas. Vamos y decimos: Virgen pura, entreganos detrás de tí, correremos al olor de tus perfumes. Yo no soy nada y nada valgo, sin embargo, mi dulce Madre y Señora, te consagro y te ofrezco mi corazón, mis pasos, mi obra, mis sudores, mi vida, todo y, en honor del gran Misterio de la Inmaculada Concepción, me consagro a tí con todo mi corazón” .
Mantuvo el cargo de Vicegerente hasta cuando sus fuerzas se lo permitieron (1786) y también gobernó su Diócesis. Papa Pio VI, sucesor de Clemente XIV, lo confirmó en todos los encargos y lo eligió como su consejero y confesor durante el viaje a Viena, de febrero a junio de 1782 para encontrar al emperador Giuseppe II. Papa Pio VI concedió a Monseñor Marcucci la aprobación perpetua de la Congregación de las Monjas Piadosas Obreras de la Inmaculada Concepción, el 6 de diciembre de 1777, de las Constituciones escritas para ellas y, en el 1780, el proyecto por la gran construcción del convento de Ascoli y la iglesia de la Inmaculada; esta última fue completada y bendecida el 13 de septiembre de 1795, mientras la furia de la Revolución francesa estaba profanando los santuarios de Italia septentrional.
Consciente de la dificultad de los tiempos, el Siervo de Dios confió la realización de la construcción a la intercesión de María y, a cada progreso, solía repetir: “¡Estos son los milagros de María!” Mientras tanto, a motivo de la salud muy probada, en 1790 consiguió el permiso de trasladarse a las habitaciones donde hoy está el Museo, de dónde siguió gobernando la Diócesis. En 1797 los franceses, que ya de algunos años entraron en Italia septentrional, invadieron el territorio del Estado Pontificio y profanaron los objetos más sagrados, también las sagradas Especies. Algunos obispos huyendo de sus diócesis, vinieron a visitar al Siervo de Dios. El 19 de marzo de 1798, también Ascoli Piceno fue ocupado por las tropas napoleónicas y los soldados eligieron como sus cuarteles las iglesias más grandes y preciosas de la ciudad: San Francesco, San Domenico y Sant’Agostino.
Cuando el 12 de julio 1798 Monseñor Marcucci volvió a la Casa del Padre, en ciudad no estaba el ordinario, cardinal Gianandrea Archetti, llevado a Gaeta junto a otros Prelados. “Exhaló plácidamente – escribe Monseñor Francesco Saverio Castiglioni, el futuro Papa Po VIII – afligido por el estado en que se encontraban la Iglesia y el Papa, por causa de la ímpia persecución e invasión de los franceses.” Tenía 81 años. Toda la ciudad y cuántos lo conocieron, especialmente de los pobres lloraron poe él, pero ciertamente quién sufrió más su fallecimiento fueron sus hijas que perdieron a un padre, a una guía y a un maestro. Ahora su cuerpo descansa en una pequeña capilla, a la izquierda del altar mayor, en la iglesia de la Inmaculada.
A su Congregación Monseñor Marcucci dejó todos sus bienes materiales y un gran ejemplo de vida consagrada a María Inmaculada y a la Iglesia. Desde hace 1962 se instruyó el proceso de su beatificación. En septiembre de 2003 han juzgado positivamente los dos volúmenes de la Positio sobre su vida, virtud y fama de santidad. El 23 de mayo de 2005, en el Tribunal eclesiástico del Vicariato de Roma se ha concluido la investigación Diocesana sobre la curación prodigiosa del Señora Simonetta Frignani, atribuida a la intercesión de Monseñor Marcucci.
El reconocimiento por parte de la Iglesia de sus méritos y sus virtudes sería un gran regalo para la Congregación fundada por Monseñor Marcucci, para los niños y los jóvenes que frecuentan sus escuelas, para las Diócesis de S. Benedetto-Montalto-Ripatransone y de Ascoli Piceno y para toda la Iglesia.
María Inmaculada que ha sido el secreto del éxito de Monseñor Marcucci y la fuerza por todas sus grandes empresas, nos logre obtener este regalo.
N.B. Il 10 gennaio 2010 sono state riconosciute le sue virtù eroiche ed è diventato Venerabile